Ómne vulnerant, postuma necat*
Para hablar sobre el tiempo en el Psicoanálisis, es necesario comprender, que desde la consciencia, el tiempo es vivido de manera longitudinal. Asimismo, va cayendo en la explicación mecanicista de que el tiempo es una sucesión de espacios que nos incluye. Atado a la memoria estamos privados de la consciencia del tiempo de nuestro nacimiento y de nuestra muerte.
Freud, en su obra “Lo inconsciente”, de 1915, rompió con la concepción sincrónica de la temporalidad. Además, develó que en nuestro funcionamiento mental existen procesos que están fuera de la consciencia, que de hecho nuestra consciencia tiene un papel reducido, en comparación a la importancia que le hemos dado. Es allí donde Freud nos muestra cómo estos procesos, fuera de la consciencia, tienen unas condiciones de funcionamiento que se sustraen a los procesos de la razón y la lógica, al cual denominó: Proceso Secundario y al otro lo denominó Proceso Primario.
Freud, posteriormente, cita en su trabajo “Más allá del principio del placer”, lo siguiente:
“En este punto me atreveré a tocar por un momento un tema que merecería el tratamiento más exhaustivo. Como resultado de ciertos psicoanalíticos descubrimientos, hoy estamos en condiciones de embarcarnos en una discusión del teorema kantiano de que el tiempo y el espacio son «formas necesarias de pensamiento».
Hemos aprendido que, los procesos mentales inconscientes son, en sí mismos, atemporales. Esto significa, en primer lugar, que no están ordenados temporalmente y que el tiempo no cambia de cualquier manera. Además, la idea del tiempo no se les podría aplicar. Estas son características negativas que solo pueden entenderse claramente si se hace una comparación, de hecho, con procesos mentales conscientes. Es de aclarar que, nuestra idea abstracta del tiempo, parece derivarse totalmente del método de funcionamiento del sistema. Pcpt.-Cs.( Perception-Consciousness). Además, corresponde a una percepción por sí misma de ese método de trabajo. No obstante, éste modo de funcionamiento puede constituir, quizás, otra forma de proporcionar un escudo contra los estímulos. “Sé que estas observaciones deben sonar muy oscuras, pero debo limitarme a estas sugerencias”[1].
*Todas las horas hieren. La última mata. Sentencia romana inscrita al lado de los relojes que usaban.
[1] Freud Sigmund. Estándar Edition Beyond the principle of pleasure pag 28
Para poder dar mayor claridad expositiva al tema del tiempo en el psicoanálisis, tenemos que hablar de la represión. Es ésta responsable de dar límite a los contenidos que se encuentran entre el sistema inconsciente (Inc-Cc), y a los que se encuentran entre el preconsciente (Pre-Cc). De igual forma, gracias a la represión, vemos la diferencia entre el Consciente e Inconsciente, donde al tiempo transcurrido de la consciencia, se opone un tiempo resistido. Sin embargo, también puede entenderse como tiempos resistidos, ya que estamos hablando de cómo, de acuerdo a las fijaciones, lo que tendía a ser temporal, se vuelve permanente y se expresa retornando de acuerdo a los momentos regresivos que van acaeciendo al individuo. Estos tiempos reprimidos, fijados, resistidos, pueden pasar desapercibidos en la consciencia o ser vividos como sincrónicos, aunque su naturaleza inconsciente pulse por mostrar su verdadero origen irracional.
Estos tiempos resistidos abren un abigarrado crisol de temporalidades que, en la medida que son interpretados o establecido su origen en el trabajo analítico a través del levantamiento de la represión, del trabajo de la trasferencia, se integran a la consciencia, reconfigurando el presente y dándole al pasado un dinamismo del que carecía (apres coup). Dicho dinamismo hace posible que estas vivencias se trasformen en experiencia. De lo contrario, son recurrentemente tomados como vivencias de repetición, donde no se aprende porque aparecen como acciones para no ser entendidas.
Vamos a desarrollar este punto desde la primera tópica: el inconsciente, en su concepción metapsicológica. Freud nos devela unos tiempos que han sufrido el destino de la represión en donde su contingencia temporal se vuelve permanente, la atemporalidad del inconsciente con su ausencia de contradicción nos abre una polisemia de sentidos. El pasado entendido como lo que sucedió toma connotaciones dinámicas a la luz de la trasferencia, del enriquecimiento de relaciones asociativas, nuevos registros que se integran a los entramados de los registros almacenados, estos registros emergen con fuerza en la medida en que la catexia de atención ilumina sobre ellos relaciones inéditas, esto lo encontramos en el material que el paciente aporta en el cumplimiento de la regla fundamental.
El desarrollo de la idea de la pulsión en el inconsciente le da así nuevas posibilidades al impulso, dotándolo de representación, de un teatro psíquico donde recrearse para lograr el aplazamiento de lo perentoriamente buscado, estas representaciones se van enriqueciendo en la medida en que nuevas vivencias a lo largo de la vida le dan múltiples sentidos; si bien la pulsión no tendrá la perentoriedad y fuerza biológica de la juventud a lo largo de la vida recreara diversas modalidades de satisfacción y será enriquecida con cadenas asociativas.
Freud realizara nuevos planteamientos que se denominan la segunda tópica para poder dar explicación a otros fenómenos clínicos, esto no estará exento de riesgos y perdidas, ya que la represión primaria como estructuradora del aparato psíquico y la secundaria como barrera entre el Prec-Cc perderán ese poder subversivo en la segunda tópica, pasando a ser una modalidad defensiva adicional a otras que hasta ese momento reclamaban explicación, de ello dan cuenta sus trabajos sobre el Fetichismo (1927), los escritos consagrados al clivaje Escisión del Yo, Neurosis y Psicosis .
Entre los fenómenos clínicos que llevaron a Freud a estos desarrollos, esta el retorno de lo reprimido, que ya había abordado en sus trabajos Repitiendo, Recordando y Elaborando (1914) y Lo ominoso (1919). En donde Freud hace un recorrido desde la abre acción y nos muestra como a través del análisis de la resistencia se recupera al paciente de la amnesia infantil . “Así cómo el paciente es tratado, él no puede escapar de esta compulsión a repetir y al final nosotros entendemos que este es la manera de él para recordar”[1]
[1] Freud, S. (1914) Remembering, Repeating and Working-Through (Further Recommendations on the Technique of Psycho-Analysis II). The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud 12:145-156 pag 147
Aquí vemos un fenómeno clínico fundamental en la visión del tiempo en el psicoanálisis, la compulsión a la repetición, ilustra una tendencia a reproducir a través de la acción un fragmento del pasado en la vida del paciente que el paciente vive como presente vigente, actual; tiene diversos grados de expresión y su abordaje en la clínica contemporánea no deja de plantear dificultades al psicoanalista.
Acá la definición del diccionario freudiano “ Tercera fase de la represión de la moción pulsional inconsciente. Cuando esta por cualquier causa es reactivada, se crea una formación sustitutiva y se consigue así sortear la censura de la represión… está, entonces, muy relaciona con la regresión al punto de fijación libidinal y la vuelta de las representaciones reprimidas por la contrainvestidura desde ahí, en forma disfrazada como síntoma neurótico….la más sustantiva para los fenómenos patológicos, cabe mencionar el fracaso de la represión, la irrupción, el retorno de lo reprimido. Tal irrupción se produce desde el lugar de la fijación y tiene por contenido una regresión del desarrollo libidinal hasta ese lugar”[1]
[1] Valls, Jose Luis. Diccionario Freudiano. Gaby Ediciones.Argentina. 2008 pag 548
Hay aquí dos conceptos teóricos que me parece son útiles para ver el retorno de lo reprimido desde dos maneras de funcionar libidinal: Una es la retracción de la libido y otra muy diferente es la introversión de la libido. Mientras en la neurosis la vuelta a lo reprimido permite a través de la interpretación establecer nuevas relaciones, asociaciones, conexiones , en la retracción libidinal hay mayor severidad, aparece un automatismo que se sustrae poderosamente a la interpretación clásica, que no llega a ser pertinente porque las representaciones cosa están vaciadas y las representaciones palabra tienen instaurada una racionalidad instrumentalizada que poco aporta a la integración de ese o esos remanentes del pasado en la vida del paciente. Entonces decimos que mientras en la introversión de la libido esta involucrada la libido objetal que se sustrae al Yo por la ausencia del objeto, en la retracción de la libido hay libido del Yo que deja vacías según la primera tópica las representación cosa como nos explica Freud en el último párrafo de adición metapsicológica de los sueños (1915), en ese orden de ideas estaremos más en el terreno de las identificaciones.
Estas observaciones clínicas de Freud lo llevan a ver como la interpretación clásica debe dar lugar adicionalmente al papel de la construcción por parte del analista a ciertas actuaciones del paciente que reflejan estás retracciones libidinales. Por estar asociado al agiere, a la actuación, actuar para no recordar, actuar para no elaborar. En donde el paciente se somete a la recreación parcial de una historia truncada que se vivió de manera traumática por el desborde pulsional que provoco en su momento o las características del objeto con el que vivencio esa situación al final, donde no hubo final, no hubo una ligadura tal que permitiera que esa vivencia se integrara, por lo tanto permanece como un hito que se reproduce para defender al paciente del dolor de conocer. Este punto ha planteado unos retos importantes en los análisis actuales de cuadros que escapan a la neurosis clásica y constituyen para el psicoanalista una prueba regular de convicción de hacer consciente lo inconsciente o caer en el Caribdis inútil de la admonición y el consejo. Freud nos dice con relación a la limitación en la interpretación clásica: “Dado que esto no resolvió el problema terapéutico, muy pronto apareció otro objetivo: obligar al paciente a confirmar la construcción del analista a partir de su propia memoria. En ese empeño, el énfasis principal recayó en las resistencias del paciente: el arte consistía ahora en descubrirlas lo más rápidamente posible, en señalarlas al paciente y en inducirlo mediante influencia —aquí era donde la sugestión que operaba como «transferencia» desempeñaba su papel— para abandonar sus resistencias”[1].
[1] Freud Sigmund Standard Edition Beyon the pleasure principle (1920) , (18):1-64 pag. 20
Volviendo una y otra vez al retorno de lo reprimido acompañado de una retracción libidinal hay otra característica importante que nos hace Bion cuando nos habla del encuentro entre la pulsión y el objeto, la precisión entre el nothing y el no thing[1], en el primer caso no hubo nada, es decir, no hubo ni objeto, ni pulsión; en el segundo lo que podría ocurrir entre la pulsión y el objeto, lo que pudo haber sido no fue como se esperaba, y surge este fragmento no integrado del pasado del paciente en donde el desencuentro de la pulsión y el objeto no permitió generar una representación tal que pudiera ser tramitada a través del aparato psíquico, sino que por el contrario se encuentra en lo que Green ha llamado barrera somatopsiquica, el cuerpo como protagonista motor, efector, efectuado, ejecutor o ejecutado; o a medio camino en el psiquismo con representaciones mentales que no tienen una ligadura objetal que les permita dinámicamente desplazarse por el aparato psíquico con sus derivados correspondientes, sino se expresan como bloques que emergen sin mayor simbolización; retornan para testificar su importancia, y lo trabado o engatillado que se encuentran, nos da testimonio de un herida proferida al yo que intenta con sobreinvestiduras aplacar esta alteración en la solución del continuidad de su psiquismo. De la magnitud de la herida serán las características de la retracción libidinal.
[1] Bion, W. R. (1970) Attention and Interpretation: A Scientific Approach to Insight in Psycho-Analysis and Groups. Attention and Interpretation: A Scientific Approach to Insight in Psycho-Analysis and Groups 2:1-130 pag 41
Nos da cuenta de un boquete que absorbe masivamente, consume libidinalmente a tal punto que este parche busca una disminución de los montos de excitación y el restablecimientos del Nirvana, entendido como un estado de baja excitabilidad con riesgo de la catástrofe psíquica. El objeto-analista es un no thing, su pecado es hacer presencia en el presente cuando en el pasado estuvo ausente. Acude a la palabra para manejar una hemorragia, por lo cual es excluido de esta sucesión de eventos del retorno de lo reprimido, en su intento de terminar la secuencia es inútil. La impronta del pasado es una herida abierta que debe permanecer así para dar testimonio de la necesidad del objeto y de su inasistencia en el momento de esa necesidad, su presencia reproduce aspectos del pasado pero es insuficiente para hacerse presente en la relación analítica en una puesta completa.
Freud nos dice: “Estas reproducciones, que emergen con tal exactitud indeseada, siempre tienen como tema alguna porción de la vida sexual infantil, del complejo de Edipo, es decir, y sus derivados; y se manifiestan invariablemente en la esfera de la transferencia, de la relación del paciente con el médico. Cuando las cosas han llegado a esta etapa, se puede decir que la neurosis anterior ha sido reemplazada ahora por una nueva «neurosis de transferencia»[1].
[1] Freud Sigmund Standard Edition. Beyon the pleasure principle (1920)
El trabajo del analista se recrea en la trasferencia, su capacidad para cruzar todas las vicisitudes en que lo colocan las repeticiones y le permiten al paciente lentamente tolerar el deshielo que lo llevara a no solo reproducir, sino ir contrastando, a progresivamente ir construyendo nexos asociativos con situaciones inferidas de sus consecuencias, consecuencias que forman parte del presente del paciente, un presente que carece de la densidad ontológica del ser ahí y que es menester ir descubriendo.
Estamos hablando aquí del retorno de lo reprimido en donde predominan las retracciones libidinales y limitan el papel de la interpretación pero no el de la trasferencia. La trasferencia al objeto analista, en donde Winnicott en su artículo El uso de un objeto nos muestra el papel del analista como objeto de uso y objeto relacional; después lo relacionaremos con la pulsión para complementar los dos enfoques e intentar una síntesis de ellos.
“Lo que tengo que decir en este artículo es extremadamente simple. Si bien surge de mi experiencia psicoanalítica, no diría que podría haber surgido de mi experiencia psicoanalítica de hace dos décadas, porque entonces no habría tenido la técnica para hacer posible los movimientos transferenciales que deseo describir. Por ejemplo, solo en los últimos años he podido esperar y esperar la evolución natural de la transferencia que surge de la creciente confianza del paciente en la técnica y el entorno psicoanalíticos, y evitar romper este proceso natural haciendo interpretaciones. Se notará que me refiero a la realización de interpretaciones (no pertinentes) y no a interpretaciones como tales. Me horroriza pensar cuánto cambio profundo he evitado o retrasado en pacientes en una determinada categoría de clasificación por mi necesidad personal de interpretar. Si tan solo podemos esperar, el paciente llega a comprender de manera creativa y con inmensa alegría, y ahora disfruto de esta alegría más de lo que solía disfrutar de la sensación de haber sido inteligente. Creo que interpreto principalmente para que el paciente conozca los límites de mi comprensión. El principio es que es el paciente y solo el paciente es quien tiene las respuestas. Podemos o no permitirle abarcar lo que se conoce o tomar conciencia de ello con aceptación”[1]
[1] Winnicott, D. W. (1969) The Use of an Object. International Journal of Psychoanalysis 50:711-716
Aquí nos realiza una precisión que me parece capital entre los alo -análisis y los autoanálisis: “Por el contrario, surge el trabajo interpretativo que debe realizar el analista y que distingue el análisis del autoanálisis. Esta interpretación del analista, para que tenga efecto, debe estar relacionada con la capacidad del paciente para colocar al analista fuera del área de los fenómenos subjetivos. Entonces, lo que está involucrado es la capacidad del paciente para utilizar al analista, que es el tema de este artículo. En la enseñanza, como en la alimentación de un niño, se da por sentada la capacidad de utilizar objetos, pero en nuestro trabajo es necesario que nos preocupemos por el desarrollo y el establecimiento de la capacidad de utilizar objetos y de reconocer el paciente la incapacidad para usar objetos, cuando esto sea un hecho.
Pero el psicoanálisis no es una forma de vida. Todos esperamos que nuestros pacientes terminen con nosotros y se olviden de nosotros, y que descubran que la vida misma es la terapia que tiene sentido”[1] . El aloanalisis le permitirá al paciente establecer a través del principio de realidad el uso o papel del analista fuera del paciente y que este pueda trascender el ejercicio proyectivo que realiza al tomar lo interno como externo. “Pero al examinar el uso no hay escapatoria; el analista debe tener en cuenta la naturaleza del objeto, no como una proyección, sino como una cosa en sí misma…Cuando hablo del uso de un objeto, sin embargo, doy por sentado la relación con el objeto y agrego nuevas características que involucran la naturaleza y el comportamiento del objeto. Por ejemplo, el objeto, si se va a utilizar, debe ser necesariamente real en el sentido de ser parte de la realidad compartida, no un conjunto de proyecciones. Es esto, creo, lo que hace que el mundo de la diferencia que hay entre relacionar y usar”[2]
[2] Winnicott, D.W. (1989) Psychoanalytic Explorations . The use of an object and relating through identifications. Harvard University press. Cambridge Massachusetts. Pag 221
Winnicott nos plantea como en estos fenómenos de compulsión a la repetición con fuertes retracciones libidinales el analista es un sobreviviente del mundo relacional a la manera de Cormac Mccarthy en su libro En el camino (On the road) que transcurre en un mundo post apocalíptico, el personaje busca alentar a su esposa para que continúe resistiendo el invierno nuclear, le dice que hasta hora han sobrevivido y ella le responde: yo quiero más que sobrevivir. Recrea una desesperanza que impregna muchos procesos en tramos de su recorrido para que el analista recree el abandono, y actuándolo le diga: estas condenado .
“En el punto de desarrollo que se examina, el sujeto está creando el objeto en el sentido de encontrar la exterioridad misma, y hay que agregar que esta experiencia depende de la capacidad del objeto para sobrevivir. (Es importante que esto signifique ‘no tomar represalias’). Si es en un análisis donde estos asuntos están teniendo lugar, entonces el analista, la técnica analítica y el entorno analítico entran como sobrevivientes o no sobrevivientes a los ataques destructivos del paciente. Esta actividad destructiva es el intento del paciente de colocar al analista fuera del área de control omnipotente, es decir, en el mundo. Sin la experiencia de máxima destructividad (objeto no protegido) el sujeto nunca coloca al analista afuera y por lo tanto nunca puede hacer más que experimentar una especie de autoanálisis, utilizando al analista como una proyección de una parte del yo. En términos de alimentación, el paciente, entonces, solo puede alimentarse por sí mismo y no puede usar el pecho para engordar. El paciente puede incluso disfrutar de la experiencia analítica, pero no cambiará fundamentalmente”[1]. Nos advierte del peligro de alentar más la dependencia que la comprensión.
[1] Idem
No es tanto que el analista tenga que luchar por rescatar el objeto perdido, sino que ayuda a reconfigurar y construir con el paciente, en ese pasado-presente unas nuevas modalidades o posibilidades de lo inconsciente dinámico.
Ahora bien relacionemos el objeto con las pulsiones. Freud nos habla de la pulsión (triebe) como una representación mental del instinto que busca su descarga, ante esta imposibilidad acude a la representación que es la manera de aplazar o de recrear en el aparato psíquico la gratificación, mientras se da con el objeto. Esto es claro en las pulsiones de autoconservación, que son susceptibles de ser conflictualizadas por las pulsiones sexuales como en el caso de los problemas de alimentación. Ahora bien en las características de la pulsión que son perentoriedad, fuente, fin y objeto; éste último Freud nos dice es lo mas variable de la pulsión, para dar énfasis a la movilidad de cargas, provoca un movimiento basculante en los posteriores psicoanalistas hacia el objeto.
Volvamos al modelo pulsional en donde la búsqueda de gratificación es capital . Esta gratificación esta enriquecida por las cadenas asociativas que configuran representaciones de la historia de la pulsión con sus objetos. La cosmovisión que se va construyendo no es fruto exclusivamente de los estímulos externos, sino de la historia del individuo en la tramitación de su mundo pulsional.
Green nos advierte de los riesgos de omitirlas: “Si las pulsiones son eliminadas de la relación, pero también frente a un objeto similarmente aliviado. Detrás de la idea del sujeto (intersubjetividad) o de la persona (interpersonalidad) se esconde la de unos participantes cuya estructura psíquica ya no guarda ninguna relación con “ello”. Hágame desaparecer eso- ello. Lo que se olvida es que la omisión del ello priva a la temporalidad del más poderosos de sus resortes dialécticos”[1] Nos retorna a una temporalidad lineal y sincrónica.
[1] Green A. El tiempo fragmentado. Buenos Aires. Amorrortu. 2001. Pag. 149
Volvamos al modelo pulsional en donde la búsqueda de gratificación es capital . Esta gratificación esta enriquecida por las cadenas asociativas que configuran representaciones de la historia de la pulsión con sus objetos. La cosmovisión que se va construyendo no es fruto exclusivamente de los estímulos externos, sino de la historia del individuo en la tramitación de su mundo pulsional.
Green nos advierte de los riesgos de omitirlas: “Si las pulsiones son eliminadas de la relación, pero también frente a un objeto similarmente aliviado. Detrás de la idea del sujeto (intersubjetividad) o de la persona (interpersonalidad) se esconde la de unos participantes cuya estructura psíquica ya no guarda ninguna relación con “ello”. Hágame desaparecer eso- ello. Lo que se olvida es que la omisión del ello priva a la temporalidad del más poderosos de sus resortes dialécticos”[1] Nos retorna a una temporalidad lineal y sincrónica.
[1] Green A. El tiempo fragmentado. Buenos Aires. Amorrortu. 2001. Pag. 149
Es por ello que un fenómeno como el de la compulsión a la repetición sin una visión del objeto y la pulsión, queda incompleta. Si algo nos muestra la compulsión a la repetición es la fuerza con la que se actualiza, como cuando esta mas en el orden de las retracción libidinal , subyuga al individuo a un presente en donde la reproducción del pasado lo atrapa en un espiral incesante de nefastas consecuencias para su vida. The just do it tan mentado ahora, no es la afirmación del Ser es la afirmación de la acción para yugular el Ser, el Ser en el hacer implica una integración de la temporalidad del individuo con su entorno de adentro y de afuera, de esa manera el presente se hace especioso nutrido de información de estimulos de posibilidades, de contingencias. Asumir el pasado no es vivir en él, es integrarlo al presente de una manera dinámica que permite articular un futuro posible, incierto pero posible.
Si algo nos muestra la compulsión a la repetición de las características que hemos descrito es la expulsión de lo distinto, del otro, como un mecanismo protector del dolor de asumir estas heridas. ¿Hasta que punto en este reino de lo virtual, en las modificaciones técnicas que llevan los análisis remotos estas situaciones con los pacientes pueden ser trabajadas?
Green nos propone la internalización del tiempo de los otros.
“Todo esto nos obligará a reconocer que entre el tiempo del sujeto y el tiempo del Otro debe ser hallada una vía, la de un tiempo de encuentro de ambos. No se inferirá de esto que tal relación pudiera instaurar el acceso a un tiempo objetivo, universal, lo cual es tan sólo una de las consecuencias, después de muchas otras. Lejos de ser desdeñable, es también el tiempo variable de los días, de las estaciones. Aunque nuestras mediciones lo convierten en objetivamente definible, continua siendo el tiempo de la diversidad y la imprevisibilidad de las horas, fuente de múltiples resonancias con la temporalidad interna de la duración, así como sus interrupciones, sus blancos, sus precipitaciones, etcétera”.[1]
[1] Idem pag. 175
En una época donde el tiempo se vive de manera total al servicio del rendimiento. El tiempo es vivido de manera extenuante, opresiva y la expresión “perder el tiempo” implica un incumplimiento de un imperativo productivo. Estar ocupado o “no tengo tiempo”, encubre muchas veces la incacapacidad de involucrarse con el Otro.
Sin pausas en la vesania insostenible de la acción el individuo se consume en sus autocomplacencias y exigencias, sin poder ver no solo la existencia del otro, sino las posibilidades a las que renuncia del conocimiento de estos tiempos diacrónicos de lo inconsciente. Volvemos al mundo antiguo donde resuenan las palabras de los griegos que nos hablan de que los hombres no se pueden sustraer al destino que los dioses le han deparado, el sino, lo fatídico, lo ominoso.